lunes, 15 de septiembre de 2008

SIGNIFICADO DEL PERÚ DE HOY



El origen de la palabra Perú tiene tres conocidas vertientes:


1) “En 1522, nueve años después del hallazgo español del Mar del Sur u océano Pacífico, Don Pascual de Andagoya, hombre de nobles sentimientos nombrado por Pedrarias protector de los indios del istmo de Darién, atraído por los relatos que, desde tiempo atrás, se repetían en su vera, acerca de fabulosas riquezas en la costa meridional, salió rumbo a ella y llegó hasta muy cerca del golfo de San Miguel, sentando planta en el país del Birú o Pirú, donde se hallaban atesoradas las riquezas del cacique que Comadre hablara a Balboa.”, y “…Andagoya descubrió el río Birú y el país del mismo nombre, si bien, dentro de los límites geográficos posteriores, tal honor incumbió a Pizarro, en el año 1527”. (Luis Alberto Sánchez, “Historia General de América”, tomo 1, pág.195 )


De allí que antes de definirse plenamente el vocablo Perú pasó por variantes como Birú, Berú o Pirú. Este proceso formativo fue decidido por los españoles, quienes dieron tal denominación a esta tierra situada entre Ecuador y Chile. Ya se tenía la idea y avidez de ir a esta zona llena de oro y otros minerales que hicieron vibrar el ánimo ambicioso de coger los tesoros de dicha cultura que era una de las más grandes y desarrolladas del nuevo continente.


2) Otra variante es Virú (por la cultura Virú), que es el “valle de la cordillera Occidental de los Andes, en Perú (prov. De Trujillo), entre 500 A.C. y 350 D.C. Se desarrolló en él una cultura preincaica que se caracteriza sobre todo por su cerámica…”. (OCÉANO UNO, Diccionario Enciclopédico Ilustrado, edición 1990. )


3) En http://www.educar.org/ hallamos que “Perú deriva de una palabra quechua que significa abundancia, recordando la opulencia de las épocas del imperio incaico”.


Cristalizado el origen, etimología y cambios, arribamos a nuestra patria, a nuestro Perú. Y ya que rebuscamos en la historia, en el pasado, cabe preguntarnos qué significa hoy el Perú. “Hay golpes en la vida, tan fuertes…yo no sé”, diríamos como Vallejo ante sutil interrogante, mismo golpe, y muchos parafrasearíamos ello con cierta vacilación, quizá cavilando hasta el amanecer y perdiéndonos con la hiel de no hallar respuesta satisfactoria. Algunos se golpean cuando la selección de fútbol anota un gol, otros consumen cantidades industriales de ají, cebiche y pisco, empalagados por un falso amor a la patria, y aquellos se la pasan entre dimes y diretes contagiándose xenofobia o un conformismo ruin y deplorable. Pero la duda sigue ahí, impertérrita, sonriente, indomable. No hay, en este caso, una respuesta cien por ciento válida, nacional y dialécticamente hablando; pero, desde luego, se vislumbran alternativas gratas y que nos desembrollan esta añeja inquietud.


Diríamos que el Perú es un país como pocos en el mundo, sui géneris: es milenario por su Cuzco, por su Tahuantinsuyo; es multimillonario en riqueza natural, flora y fauna sin parangón; es la cuna de la mejor y más variada comida del mundo; es una jardín paradisíaco porque la belleza de sus mujeres, florcillas de vesta rojiblanca, nos da los primeros puestos en los Miss Mundo; es una mezcolanza de lenguas, de razas, cultural, demográfica, geográfica, etc.; con todo lo mencionado, y más aún, que en honor a la brevedad de este papel omitiremos, el Perú es como un inefable y gallardo joven, un hidalgo joven, quien aún sigue consolidando su identidad, lenta, de modo progresivo. También por ahí alguien dijo: “Dios es peruano”, ese libro fue escrito por Daniel Titinger. Buen libro, eh.

La peruanidad es un estado psico-físico. Principia en la mente, en tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz de haber nacido en esta hermosa tierra del sol, pasando por somos libres, seámoslo siempre, y perennizándose en el corazón nos extasía, palpitando, retumbando, relampagueando. Y esa chispa que nos induce a la autocrítica, muy sanamente, nos lleva a dilucidar nuestra situación actual. Todos. Desde el niño que tiene un gorrito gracioso hasta el ancianito que horas y horas mira el orbe desde su techo, su mundo; del lustrabotas o limpialunas hasta el presidente; la peruanidad es una simiente que nos es dada desde el nacimiento, desde el primer vistazo de luz que deslumbra los ojos. Y de uno mismo depende el cultivar, regar y revalorizar esta semillita peruana. Leyendo y estudiando nuestra historia, compartiendo lo poco que sepamos sobre el país, enseñando y aprendiendo que nuestras diferencias, que son bastantes, no nos hacen perros y gatos, puesto que podemos unirnos, ser un organismo que deje de padecer dolencias. Vale oro, vale un Perú.

“Y así, señores gobernantes y políticos del presente y del futuro, cada vez que se quiere poner en marcha una acción política, se puede escoger un modelo u otro, pero siempre hay que tomarle medidas a la realidad”. (Alfredo Bryce Echenique, “A Trancas y Barrancas”, pág. 133.)

¿Cómo reforzar la peruanidad? Considerando que cada región, cada departamento, clase social, sector, etc., tiene características, problemas y soluciones particulares; atendiéndolos y comprendiéndolos, tanto el gobierno, la población y los medios de comunicación, seremos poco a poco una sólida familia nacional.

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